En el espejo de Venezuela (II)
- Hugo Rodas
- 29 ene
- 10 Min. de lectura
Actualizado: 24 feb
Revisando dos clásicos bolivianos: René Zavaleta Mercado y Marcelo Quiroga Santa Cruz

Los artículos para el debate público, aparecen con foto y firma individual y no comprometen la posición de la Fundación Internacional-Marcelo Quiroga Santa Cruz; son de exclusiva responsabilidad de su autor.
Hace casi década y media, el destacado historiador inglés, Perry Anderson, señaló en un agudo ensayo de balance sobre el Brasil de Lula Da Silva ("Lula´s Brazil", London Review of Books, 31 March 2011), el lugar diferenciado de Venezuela en relación al neoliberalismo. El tema de este artículo y uno anterior del mismo nombre refiere el reflejo local (boliviano) de los problemas de la democracia, en Venezuela y Bolivia.
Dado que intenté, anteriormente, una valoración sucinta semejante a la de Anderson, aunque no historiográfica sino de historia intelectual ―llamándola una "selección no de hechos significativos sino de su mejor evaluación", al reseñar la obra intelectual de Zavaleta, reunida en cuatro volúmenes y publicada el 2015―, y que tengo al alcance la obra periodística completa ―local y en el exilio― de Quiroga Santa Cruz, analizaré las posturas ahistóricas y contradictorias que respecto a la "democracia" y el "socialismo" mantiene el actual espectro político de la derecha en Bolivia, y, su militante negación del acervo intelectual que representan los dos clásicos bolivianos mencionados. Al mismo tiempo, y subrayo esta otra dirección, la pobreza de la cultura política boliviana, a izquierda y derecha, demuestra que el conocimiento de la historia y la política no garantizan nada. La historia sigue siendo, con una continuidad conceptual sorprendente, una "ciencia de la experiencia" (Reinhart Koselleck): requiere necesariamente la articulación experiencia-conocimiento; es más, se diría que el pasado intelectual no puede modificar nada del presente, pues no forma parte de ninguna praxis: se limita a constituir parte de una epistemología local. (Amplío este aspecto en otro artículo de este blog cuyo objeto es comentar los tres homenajes institucionales realizados con motivo de los 40 años de la desaparición de René Zavaleta Mercado: 1984-2024).
Volviendo a la cuestión del neoliberalismo en América Latina (y de sus continuadores vergonzantes, que bajo el manto de "socialismo del siglo XXI" adhieren al discurso del "progresismo posneoliberal"), pudiera decirse hoy ―con la perspectiva del tiempo transcurrido― que el ideologema todavía dominante en Bolivia, el NR del viejo Estado de 1952, tomó la forma neoliberal desde los años 80 del siglo pasado, postulando un Estado mínimo (que el MAS gobernante desde el año 2005 reformó como Estado Plurinacional); una nación, relativizada por la globalización capitalista; y la preeminencia del capital transnacional y su "religión" basada en el "mercado mundial". La modulación local del neoliberalismo en la relación entre Estado y capital en desmedro de lo nacional lo que podrían compartir en la teoría Venezuela y Bolivia; pero resta añadir la historia condensada de su despliegue para calificar cómo se mueve la política (izquierda/derecha) en cada escenario nacional, en vez de meramente extrapolar de manera descontextualizada los acontecimientos históricos presentes.
La pertinencia de citar a Anderson ―cursivas, paréntesis cuadrados y traducción mías―, sirve al propósito de señalar la excepcionalidad estructural venezolana (la mediación estatal resultante del grado de relación relación entre democracia y capital), desconocida en las actuales impugnaciones de la derecha boliviana respecto a su fallido proceso electoral reciente, así como ilustrativa de las (im)posibilidades constitutivas propias de la derecha boliviana, no sólo en las elecciones previstas para el 17 de agosto de este 2025, sino en el horizonte de su ausencia de proyecto social de nación. Anderson escribió el 2011 que:
[Hugo] Chávez llegó al poder en Venezuela mucho antes [1998], [Néstor] Kirchner en Argentina después [2002], igual que Lula [Da Silva] en Brasil [2003]. Casi al año siguiente, Tavaré Vázquez se hizo con el poder en Uruguay para el Frente Amplio [2005]. A partir de entonces, Bolivia, Ecuador y Paraguay eligieron sucesivamente a los presidentes más radicales de su historia. Detrás de esta excepción global [latinoamericana] había dos características distintivas de la región. Fue aquí [en América Latina], bajo la supervisión de Chicago y Harvard, donde se introdujo por primera vez el neoliberalismo y se aplicó la terapia de choque por parte de Pinochet en Chile [1973] y Sánchez de Lozada en Bolivia [siendo presidente Víctor Paz Estenssoro, 1985], y donde las privatizaciones de Menem en Argentina superaron a las de Rusia. Pero también fue aquí donde estalló el primer levantamiento popular contra un paquete neoliberal, en el caracazo [febrero 1989] que llevó al fin del viejo orden en Venezuela. En términos económicos, los parámetros del período neoliberal rara vez fueron revertidos (Venezuela es la excepción, ya que nunca se impusieron allí con éxito en primer lugar). (...) Venezuela que nunca conoció una dictadura militar durante el auge de la contrarrevolución continental, ni ―ambas ausencias estaban estrechamente relacionadas― una estabilización neoliberal tras ella, fue la excepción.
Así, y como en todo juego de espejos, las impugnaciones de la derecha boliviana sobre el autoritarismo en Venezuela, incluidos sus llamamientos a la fuerza militar en ese país, reflejan una historia antidemocrática propia en Bolivia y contradicen la historia antineoliberal venezolana discursivamente con aquello de que "no es con votos" que se derroca a un régimen como el venezolano, adelantándose al que podría replicar el actual presidente boliviano Luis Arce Catacora (MAS oficialista), sea de manera electoral fraudulenta (como en Venezuela) o vía manipulación del Poder Judicial (modo boliviano ejercitado por el MAS). La derecha regional, incluida la boliviana, propugna una intervención militar interna, o intervencionista, con tropas estadunidenses (es decir, en ambos casos, busca apoyarse en un viejo Estado, de aquí su impotencia real, para reafirmar al capital contra la nación) dejando ver que la noción de soberanía es prescindible y que ya que no puede vencer democráticamente para reconfigurar de manera conservadora al Estado en ambos países. Recurre al capital (transnacional) en Bolivia, como actor político externo (sea el FMI postulado por el candidato Jorge Quiroga o el financiamiento electoral para la selección del candidato de derecha por un empresario afin que radica en los Estados Unidos, Claure Bedoya). Todo lo cual muestra la cojera histórica (ausencia de un proyecto de nación) de la derecha boliviana, reflejando en su discurso sobre Venezuela una imagen política anacrónica y antidemocrática: salvada políticamente por los militares (bolivianos o estadunidenses) y desatendiendo el dato historiográfico estructural y contrafáctico inscrito en la cita de Anderson.
La historia intelectual marxista boliviana, en cambio, es nítida sobre esto último: en toda la obra de René Zavaleta y Marcelo Quiroga (en ambos casos en escritos periodísticos, en el primero también en ensayos posteriores y en el segundo en textos dedicados a los recursos naturales de carácter estratégico), Venezuela no es más importante que otros escenarios nacionales vecinos por un conocimiento social y político del viejo orden socialdemócrata en ese país (finalmente el que lleva el nombre de Carlos Andrés Pérez, clausurado por el caracazo ya referido).
El nacional-populismo de Zavaleta impone un límite a su análisis, al desatender, por implicación personal en el poder, la política petrolera venezolana, que nacionalizara ese hidrocarburo mientras el MNR lo desnacionalizaba en Bolivia (Código Davenport de 1955, defendido por Zavaleta como joven Ministro de Minas y Petróleo) y por ello Venezuela aparece en sus ensayos posteriores en un plano más bien teórico-político; por una razón inversa, Quiroga Santa Cruz (nacionalizador de la Gulf Oil Co. en 1969, desde el mismo Ministerio de Estado) incide en este aspecto económico a futuro, desmitificando el señuelo socialdemócrata venezolano, adecuado a la política internacional de la época y no a la nación venezolana, como el caracazo evidenció.
El uso estatal del excedente económico desde un gobierno democrático-representativo (en Venezuela; en Bolivia se trató de una expoliación del recurso petrolero nacional en favor especialmente de la Gulf estadunidense), está presente en las consideraciones de Zavaleta ("los momentos más democráticos se dieron tanto en Chile como en Argentina y Venezuela"; la mediación populista venezolana no es como la mediación prebendal boliviana, y así siguiendo) junto a las limitaciones de "la fuerza de la masa" en Bolivia, frente a un régimen en ejercicio de la ideología del M(NR) (el de dictadura de Banzer apoyado por el MNR de Víctor Paz Estenssoro) y con militares basados en la "religión del Estado".
Se trata de cuestiones teóricas centrales que apenas cabe señalar crípticamente aquí, pues además de una crítica hermenéutica previa, requerirían, para su adecuada comprensión, precisiones historiográficas sobre los pliegues narrativos zavaletianos. Por ejemplo, cuando en "La fuerza de la masa" (OC, T-II, p. 483), Zavaleta descalifica interesadamente un método incorrecto: "Todas las gamas de antibanzerismo (excepto la obrera) abocáronse al método clásico y secular de la historia del país, el golpe militar o, si se quiere, cívico-militar [para derrocar al entonces cnel., golpista, Hugo Banzer]". Deja en la oscuridad de la historiografía a reconstruir, que se refería al Frente Revolucionario Antiimperialista (FRA), formado en el exilio chileno por las fuerzas de izquierda bolivianas luego del golpe militar reaccionario del 21 de agosto de 1971, que, por parte de algunas corrientes (ELN y otras), postulaba derrocar a Banzer por la vía armada, mientras otras, como el MIR (en el que se encontraba Zavaleta), sumaban militares disidentes en función de un golpe cívico-militar. Contra lo afirmado por Zavaleta, el Partido Socialista (incluso si su mayoría obrera pudiera considerarse meramente nominal) y Quiroga Santa Cruz en persona, combatían en el FRA contra toda forma de "militarismo" y "golpismo", lo que determinó su exclusión irregular. U otro ejemplo, como la frase de Antonio Guzmán Blanco, acerca de que la eternidad era breve en Venezuela, cuestionada por Zavaleta en su referencia al Estado de 1952 durante el banzerato y luego parafraseada sobre dicha dictadura, etcétera.
Con todo, desde 1959 a 1984 se puede constatar en los escritos de Zavaleta la calificación de esa excepción señalada por Anderson, en términos de la singularidad entre democracia representativa y excedente económico (Estado-capital), articulación de que carece la derecha política venezolana (y boliviana). En tres de los cuatro volúmenes de la Obra Completa de Zavaleta las páginas pertinentes son: II (484, 505-506, 565, 568, 626 y 674); III, vol. I (211, 330, 376, 389, 390, 396, 401, 437, 451, 532, 605, 649 y 743), y; III, vol. II (36, 209, 236,252 y 320).
Quiroga Santa Cruz (por ejemplo en "¿Pérez o Pérez?" de Hablemos de los que mueren, o en discursos parlamentarios y escritos sobre los recursos naturales de los años 60 y 70 del siglo pasado, como Oleocracia o patria), se pregunta cómo la socialdemocracia venezolana podría "conciliar lo incompatible" al propugnar discursivamente la "liberación económica de América Latina" sin alterar sin "el orden económico-político internacional", según decía Carlos Andrés Pérez. ¿No implicaba, en realidad, el riesgo de que lo reemplazara un Pérez de uniforme, un segundo Pérez Jiménez, dictador militar derrocado por sus camaradas de armas en 1958? Quiroga Santa Cruz no podía saber lo que vendría, pero su línea de análisis sobre las limitaciones de la socialdemocracia era correcta: el relevo de la vieja democracia cristiana venezolana vendría del ejército pero no como un dictador de derecha, sino el populismo chavista de su titular, Hugo Chávez Frías vigente hasta hoy, cuya permanencia sigue consistiendo en la apropiación del excedente mediante la (ficción) de la democracia representativa.
Para Quiroga Santa Cruz, la democracia representativa en América Latina, dependiente de su modelo regulativo general (el "consenso de Washington") requería construir una "ficción" local propia (una alternativa de derecha no deslegitimada) para dar continuidad constitucional al régimen de dominación burguesa. El riesgo en Bolivia era que el MNR se recompusiera con un disfraz de "izquierda" y eso es lo que sucedió al derechizarse la clase media por la hiperinflación de 1983-1984 y al legitimar su gobierno neoliberal de 1985 ya no con el FRI (PCML) sino con los cuadros del ex Partido Socialista (en acefalía de Quiroga Santa Cruz, asesinado en 1980), operadores del Plan de Todos de Sánchez de Lozada, entre ellos Carlos Hugo Molina, quien se declara socialdemócrata al interior del viejo neoliberalismo de Comunidad Ciudadana, y postula al MIR del empresario Samuel Doria Medina, al viejo MIR de Paz Zamora expresado por Rodrigo Paz, y al cruceño y ex rector, Vicente Cuéllar, como Vicepresidente ("sumar academia y juventud universitaria" cruceña, dice Molina).
El objetivo de Molina es no recordar al núcleo del neoliberalismo pasado (el MNR de Paz Estenssoro) reivindicado en cambio por Jorge Quiroga (ex ADN de Banzer, apoyado por grupos banzeristas cruceños como el de Guido Nayar), quien desarrolla alianzas personales y partidarias no menos oportunistas que las del viejo FRI que lo apoya abandonando a Comunidad Ciudadana. Allí está presente también el viejo MIR devenido en ADN (Luis Vásquez Villamor, del grupo de Guido Nayar, Gary Áñez y otros ex funcionarios banzeristas).
Mientras las candidaturas de derecha independientes del núcleo neoliberal, son más flexibles en su ambiguedad ideológica ―Chi (Hyung Chung) o Manfred (Reyes Villa)― que la suma aritmética que amplía de siglas la iniciativa de Comunidad Ciudadana sin conectar con la ciudadanía (como advierten desde dentro Vladimir Peña y otros), la tendencia de ultraderecha del oriente (cruceña y de ganaderos benianos) es aún más prescindente de lo social. Por su inviabilidad es que Carlos Hugo Molina quiere diferenciarla de la "socialdemocracia" ("el odio a los zurdos, del derechista Branko Marinkovic"), distinguiendo a su vez a Jorge Quiroga y sus aliados (Rubén Costas Aguilera sería un "liberal de izquierda"), ya que esta corriente disrcusrivamente virulenta, no logra construir una alternativa política creíble que no se reduzca a posturas católicas o empresariales conservadoras (Jeanine Áñez, Juan Carlos Camacho; ambos en la cárcel), de origen extranjero (como el empresario croata Branko Marinkovic), o con profesionales y medios de prensa confesamente banzeristas, que profesan sin base social de alcance nacional, una reforma estatal autonómico-federalista (Juan Carlos Urenda o el diario El Deber, entre varios otros).
Mencionemos, además, en relación con Venezuela, el hecho de que Hugo Chávez era, finalmente, militar; esto es, no representó un reemplazo civil del orden neoliberal. La descomposición social y política del régimen venezolano fue posterior, con su sucesor civil, Nicolás Maduro. Pero el derrocamiento de este último por fuerzas neoliberales actuales (o "la resurrección del 21060" en Bolivia) expresa deseos de fuerzas de derecha incapaces de reformar socialmente al Estado-nación por su ideología neoliberal, peor aún si buscan, por debilidad propia, su determinación externa en el capital transnacional, como en Bolivia intenta la fracción burguesa agroindustrial, cuyo origen real e insuficiente en términos de capitalismo empresarial, se debe a los créditos del viejo Estado republicano y las concesiones del actual Estado Plurinacional.
La derecha boliviana simula verse bien en el espejo venezolano; sin embargo, allí, la derecha tradicional tiene tradición democrática (contrariando su historia cualquier llamado a la intervención estadunidense), a diferencia de Bolivia; allí, los militares tienen por "religión del Estado" una tradición populista, a diferencia de Bolivia; allí, el neoliberalismo fue derrotado socialmente, lo mismo que, después, en Bolivia (2003). Allí, como en Bolivia, y en ambos casos a diferencia de los Estados Unidos, la burguesía local no forma parte de los milmillonarios globales, como para gobernar la degradación social de las mayorías e imponer su propio capital y "religión" sobre el Estado y la nación. La burguesía venezolana o la boliviana, no son menos dependientes y subordinadas que las fuerzas políticas oficialistas que desvían el estallido social conteniendo a sus pueblos, también lo son del titular ideológico de la dominación capitalista en Bolivia que es el MAS. Por eso el discurso de la derecha es meramente negativo, antiMAS.
Hugo Rodas Morales
Ciudad de México
Comments